AMOR Y PUCHEROS: LO QUE SE COMÍA EN ESPAÑA EN EL SIGLO MÁS ROMÁNTICO (DE REYES A PLEBEYOS)

agosto 18, 2025
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Si pensamos en el siglo XIX español, lo primero que nos viene a la mente son damas con vestidos elegantes, sombreros coquetos y que no faltase el abanico o sombrilla, caballeros de levita, cartas secretas escondidas en libros y paseos furtivos a la luz de los faroles. Las calles todavía olían a carbón y pan recién horneado, entre otras, porque muchísimas calles apestaban a desechos humanos. Pero… ¿qué comían esos mismos personajes cuando se sentaban a la mesa? Parece una pregunta de programas de Discovery Max (ja, ja, ja). Porque seamos sinceros: el estómago también necesita lo suyo, por muy poco romántico que suene.

En esos años, España atravesó guerras, cambios de trono, revoluciones y un sinfín de tensiones. Sin embargo, la gastronomía seguía marcando el día a día de la gente y, además, era reflejo de la clase social. Un rey no desayunaba lo mismo que un jornalero, claro está. Y lo curioso es que muchos romances también se gestaban entre cucharadas, sorbitos de chocolate y trozos de pan compartidos.

En este artículo vamos a recorrer las mesas del XIX: desde los banquetes de palacio hasta los gazpachos humildes del pueblo. Veremos qué se comía en verano y en invierno, cómo se conservaban los alimentos sin nevera, qué delicias sorprendían a los viajeros extranjeros… y hasta qué gestos románticos podían surgir en torno a la comida. Porque, créeme, la gastronomía del XIX es mucho más apasionante de lo que parece, lo que se ponía en sus mesas dice mucho más de sus pasiones que los discursos parlamentarios.

1. La mesa real: poder servido en bandeja de plata o de oro.

En palacio, la comida era un espectáculo. Los banquetes no se hacían solo para saciar el apetito, sino para demostrar poder, riqueza y modernidad. La moda francesa se imponía: sopas delicadas, salsas densas, carnes de caza y pescados acompañados de verduras «torneadas» con precisión.

El chocolate seguía siendo un clásico de la realeza, espeso y servido en porcelana fina. Y en verano, los reyes podían disfrutar de un lujo reservado a pocos: sorbetes y helados hechos con nieve traída de la sierra. Sí, había auténticos «pozos de nieve» donde se almacenaba hielo en invierno, cubierto con paja, para usarlo meses después.

Entre otros platos, estos son los que encontraríamos en la mesa de Isabel II o Alfonso XII:

  • Consomé o potaje real como entrada.
  • Pescados en salsa, como lenguado a la normanda.
  • Carnes nobles: faisán, venado, cordero lechal, o solomillo de ternera.
  • Croquetas, que causaron sensación en 1833.
  • Ensaladilla rusa, ya presente en banquetes internacionales como el del Canal de Suez en 1869.
  • Postres refinados: sorbetes, frutas confitadas, pasteles con nombres de personajes ilustres.

Invierno en palacio: cocidos con carnes selectas, embutidos finos, caza al horno y dulces navideños como mazapanes y turrones.
Verano en palacio: frutas exóticas, sorbetes de limón y fresa, ensaladas frescas y pasteles ligeros.

👉 Detalle romántico: ofrecer a una dama el primer bocado de un helado era un gesto de afecto que podía ruborizar más que un piropo.

2. La aristocracia: tradición con toques afrancesados.

La nobleza imitaba al rey, pero sin llegar a tanto lujo. Sus mesas eran un equilibrio entre la cocina española tradicional y las modas afrancesadas.

Un menú típico podía incluir sopa, guiso, un asado y postre. El cocido, la olla podrida o la escudella tenían su versión «de lujo», con abundancia de carnes, embutidos y buenos vinos. El puchero pasó de ser comida humilde a tener presencia en mesas nobles, aprovechando los cultivos de garbanzo y los ingredientes disponibles en el campo.

En las sobremesas, el café era imprescindible, acompañado de pastas o bizcochos. Allí, entre tertulias y abanicos, más de un romance se fraguaba.

Invierno aristocrático: sopas de ajo con jamón, cocidos ricos y guisos de caza en vino.
Verano aristocrático: gazpachos refinados, ensaladas variadas y frutas acompañadas de queso.

👉 Anécdota divertida: los manuales de etiqueta del XIX recordaban a los caballeros que no debían sorber la sopa ni mancharse el bigote. Nada arruinaba más un cortejo elegante que un hilo de grasa en la comisura de los labios. Entonces, ¿cómo lo hacían? Pues servilleta en mano, pienso yo.

En la mesa de los aristócratas encontraríamos:

Carnes asadas: Cordero, cerdo y aves como el capón eran protagonistas en banquetes y celebraciones.

  • Embutidos: Chorizo, morcilla y salchichón eran muy valorados, especialmente en regiones como Castilla, Andalucía y Extremadura.
  • Caza: Liebre, perdiz y jabalí eran platos de prestigio en las casas nobles.
  • Chocolate: El desarrollo de la industria chocolatera lo convirtió en un producto de lujo y luego más accesible.
  • Conservas: Gracias a los avances tecnológicos, empezaron a popularizarse las latas al vacío, lo que permitió una mayor variedad de alimentos disponibles todo el año.

3. La burguesía: cafés, pastelerías y meriendas románticas.

La burguesía, en pleno auge durante el XIX, convirtió la comida en símbolo de modernidad. Aquí brillan los cafés y confiterías, lugares donde se mezclaban negocios, literatura… y amoríos.

El desayuno burgués incluía café con leche, pan con mantequilla y algún dulce. Pero la hora más romántica era la merienda: chocolate espeso con churros o bollería.

La mesa de un burgués era prácticamente igual a la del noble, dependiendo de su bolsillo, claro está.

Invierno burgués: cocidos menos abundantes que los de la nobleza, garbanzos con verduras y carnes modestas. Sobremesas largas con café y licores.
Verano burgués: gazpacho sencillo, frutas frescas, pasteles de crema y sorbetes de confitería.

4. El pueblo llano: la cocina de la supervivencia.

Para campesinos, jornaleros y obreros, la comida era cuestión de subsistencia. El pan duro, las sopas de ajo, las legumbres y las sardinas en salazón eran el pan de cada día.

La gran aliada fue la tortilla de patata, inventada a principios del siglo XIX. Barata, nutritiva y fácil de hacer, se convirtió en plato indispensable. Un ejemplo perfecto de cómo un invento humilde podía alimentar tanto a familias como a soldados.

Y cómo no, ese manjar llamado gazpacho. Aceite, pan, ajo, tomate y pimiento machacados en mortero. Delicioso, nutritivo para las largas jornadas de trabajo y podía comerse en cualquier estación del año. No estaban para escatimar comidas.

Platos populares entre el pueblo:

  • Cocido: El rey indiscutible de la cocina española del XIX. Se preparaba con garbanzos, verduras, tocino, chorizo y carne (cuando se podía). Era un plato completo y muy nutritivo.
  • Sopas: De ajo, de pan, o de cebolla. Económicas y reconfortantes, eran el desayuno o cena habitual en muchas casas.
  • Legumbres: Lentejas, alubias y garbanzos eran esenciales, cocinadas con lo que hubiera disponible.
  • Pan: El pan era básico y se consumía en todas las comidas. En zonas rurales, se hacía en hornos comunitarios.
  • Queso: aprovechaban la leche de vaca o cabra no utilizada en el desayuno.
  • Bacalao: Muy común por su facilidad de conservación en sal. Se cocinaba en guisos, con tomate o simplemente frito.

Invierno popular: sopas de ajo, cocidos pobres con apenas un hueso para dar sabor, castañas asadas en la calle.
Verano popular: gazpacho humilde, frutas de temporada como uva, melón o sandía.

👉 Anécdota graciosa: los viajeros extranjeros se escandalizaban al ver cómo los campesinos bebían gazpacho todos del mismo cuenco. Lo que para ellos era «falta de higiene», para los españoles era compartir confianza… y, a veces, incluso amor.

5. Cómo mantenían la comida fresca y sin frigorífico.

Aquí viene la parte que más sorprende: ¿cómo mantenían fríos los alimentos en pleno XIX?

  • Pozos de nieve: auténticas «neveras» naturales donde se almacenaba hielo cubierto de paja.
  • Botijos de barro: gracias a la evaporación, el agua se mantenía fresca, incluso en verano.
  • Bodegas subterráneas y sótanos: los alimentos se guardaban bajo tierra para conservarlos más tiempo.
  • Salazón y ahumado: pescado y carnes se conservaban con sal o humo.

👉 Detalle romántico: en verano, un vaso de agua fresca de botijo o búcaro, como solemos decir por el sur, podía ser tan irresistible como hoy un cóctel exótico.

6. Dulces y celebraciones: el azúcar del amor.

Los dulces siempre tuvieron un papel especial en las fiestas:

  • En Navidad: turrones, mazapanes y polvorones.
  • En romerías: rosquillas, tortas de miel y vino.
  • En verano: frutas frescas como melón y sandía.

👉 Curiosidad romántica: regalar un dulce a una dama podía significar interés amoroso. Si ella lo aceptaba, buena señal; si lo rechazaba… mala suerte. ¡Tira de nuevo el dado, majete!

7. Curiosidades que te dejarán con la boca abierta.

  • El chocolate espeso debía ser tan denso que la cucharilla se quedara de pie. Si no, los clientes protestaban. ¿Podría venir de ahí el dicho «las cosas claras y el chocolate espeso»?
  • Los helados de nieve eran tan caros que solo nobles y reyes podían permitírselos.
  • El gazpacho sorprendía a los viajeros, que lo describían como «una sopa cruda y roja», aunque en verano se volvían adictos.
  • En las guerras del XIX, la tortilla de patata era considerada «plato democrático»: soldados de bandos opuestos coincidían en que era insuperable.
  • El ajo real: algunos reyes españoles comían ajo a diario porque se creía que era un antídoto contra el veneno y un refuerzo para la salud. Lo paradójico es que, mientras el ajo era considerado «comida de plebeyos», en palacio también se usaba como medida preventiva. Eso sí, no era precisamente el aroma más romántico para una cita… aunque quizás, para ciertas damas, un caballero con olor a ajo era sinónimo de hombre fuerte, sano y difícil de envenenar.
  • Hubo un momento en que los jornaleros que vivían en la zona costera disfrutaban del marisco: gambas, almejas o cualquier crustáceo. Sí, las gambas ya se consumían en España en el siglo XIX 🦐. Aunque no eran tan comunes como hoy, hay evidencia de que formaban parte de la dieta en estos lares, especialmente en regiones como Murcia y Andalucía. De hecho:

📜 Desde la época romana, los crustáceos como las gambas eran considerados manjares en banquetes nobles.

❄️ En el siglo XVII y XVIII, gracias a mejoras en la conservación con hielo y en las rutas de transporte, los mariscos empezaron a llegar al interior de la península en condiciones aptas para el consumo.

🚂 Ya en el último cuarto del siglo XIX, el desarrollo del ferrocarril permitió ampliar el mercado del pescado fresco, lo que favoreció también el consumo de mariscos. Eso sí, su consumo estaba más limitado por la estacionalidad, la cercanía al mar y la falta de refrigeración moderna.

8. Poetas, tertulias y mesas literarias.

En el siglo XIX, la comida no solo saciaba el hambre, también inspiraba versos. Poetas como Gustavo Adolfo Bécquer, José de Espronceda, Mariano José de Larra o José Zorrilla pasaban horas en tertulias, cafés y veladas, donde el café, el chocolate espeso y algún pastelito eran protagonistas tanto como los poemas.

  • Bécquer solía escribir mientras sorbía café, a veces acompañado de tostadas o bizcocho. Su amor por la comida sencilla, como los huevos y el pan, reflejaba la sensibilidad de su poesía: humilde pero intensa.
  • Espronceda, más bohemio, compartía largas sobremesas con amigos, donde no faltaban vinos, chocolate y tertulias apasionadas sobre amor, política y literatura. Sus versos se empapaban de estas conversaciones y, quién sabe, tal vez de algún gazpacho compartido.
  • Larra, crítico social, encontraba en los cafés el escenario ideal para observar la sociedad mientras degustaba un chocolate caliente o una porción de bizcocho.
  • Zorrilla, romántico empedernido, apreciaba la merienda como excusa para confidencias amorosas entre versos y confidencias.

Estas mesas literarias eran espacios de amor, política y cultura, donde se mezclaban sabores y emociones. Incluso los intelectuales más románticos coincidían en algo: una buena comida en compañía adecuada podía inspirar poesía; y una sobremesa divertida, podía convertirse en historia de amor.

¡Ay! ¡Quién pudiera tener una máquina del tiempo y compartir tertulias con alguno de ellos? O con todos. Ya puestos a pedir…

10. Tabla de comida según el estatus social:

Clase socialInvierno típicoVerano típicoCuriosidades divertidas
ReyesCocidos, caza, chocolateSorbetes, frutas exóticas, pastelesHelados de nieve en verano, banquetes con espectáculo
Alta aristocraciaSopas de ajo, guisos de cazaGazpachos refinados, ensaladas, frutasEtiqueta estricta, cortes de romance al sorber sopa
BurguesíaCocidos modestos, café con dulcesGazpachos, pasteles, frutasTertulias románticas en cafés, mensajes en el vaho del chocolate
Pueblo llanoSopas de ajo, tortilla de patataGazpacho humilde, frutas de temporadaGazpacho compartido en cuencos, platos económicos y nutritivos

En fin, que la gastronomía española del XIX no solo alimentaba el cuerpo: era escenario de amor, tertulias, inspiración literaria y anécdotas que hoy nos hacen saber más de lo que comían nuestros antepasados. Desde el ajo que protegía al rey hasta el gazpacho humilde que unía a los campesinos, la comida fue testigo de la historia, del romance y de la creatividad de un siglo apasionante.

¡Hasta la próxima y buen provecho!